Lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima
El calor se percibía en cada uno de los rincones de Hiroshima. Ese 6 de agosto de 1945, la ciudad japonesa ardía de temperatura, mientras los niños caminaban a la escuela y las madres colgaban la ropa húmeda al sol, bajo un cielo claro que no presagiaba el manto de oscuridad que estaba por caer. Era el ocaso de la segunda guerra mundial, y aunque Japón respiraba entre ruinas, Hiroshima permanecía intacta, olvidada por el dios de la guerra.
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