Bobby Fischer fue acusado de traición por el gobierno norteamericano y puesto en la lista de fugitivos del FBI y de la CIA. Si volvía a aparecer por las tierras del norte debería cumplir una pena de 10 años de cárcel. No volvería. Un espacio de Bárbara Espejo.
Se ganó el derecho de enfrentar al campeón de entonces, Boris Spassky, en lo que se conoció como la partida del siglo. Fischer tenía 29 años cuando viajó a la capital de Islandia para conseguir su trofeo. El encuentro causó enorme expectación, en plena Guerra Fría, era como si las dos uniones se vieran las caras sobre un campo de batalla cuadriculado en blanco y negro.
Se convertiría en héroe americano primero, en paria después. Personaje vasto y contradictorio, Bobby Fischer hizo de la históricamente soviética astucia en el ajedrez, un asunto estadounidense en la etapa más caliente de la guerra fría. Un espacio de Bárbara Espejo.
El 16 de septiembre de 1977 María despertó temprano y pidió jugo de naranjas a la criada. Cuando regresó para retirarle la bandeja, no la encontró en la cama sino inconsciente en el piso del baño. La llevó de vuelta, la arropó, la Callas tomó café negro y se quejaba de un dolor punzante en su costado izquierdo. Llamaron a un médico que llegó de prisa, pero ya era tarde. María Callas, la prima donna absoluta, estaba muerta.
De pronto empezó a tratar a la diva como una posesión más y ella se fue deprimiendo y llenando de barbitúricos. Quedó embarazada como soñaba y Onasis la hizo abortar. Las humillaciones iban en una escalada sin vuelta atrás hasta que un día le dijo que debía abandonar el yate. Callas sabía que a penas ella se bajara, subiría Jaquelline Kennedy. Un espacio de Bárbara Espejo.
Ni toda su entrega ni toda su fama fueron suficientes. Por exigirle demasiado, por hacerla sufrir, se le arrancó la voz. Uno de los disparates más célebres tuvo lugar en 1958, cuando cantaba en Roma para el presidente italiano. Se burlaron de ella hasta hacerla huir del escenario. Antes de arrancar por un pasillo que comunicaba el teatro con el hotel, escribió una nota de disculpas para el público que nunca fue entregada. Las disculpas las envió la primera dama con flores al día siguiente y, cuando se cumplieron 50 años de “la espantada”, como se conoce el suceso, Roma le rindió un homenaje para compensar tan inmerecida humillación y pedirle perdón a la Callas. Un espacio de Bárbara Espejo.
Fue una de las primeras que demostró que en la Ópera se podía hacer una interpretación como en el teatro o en el cine, ocupar el espacio y el cuerpo y durante los siguientes diez años la Callas se paseó de ovación en ovación en La Scala de Milán, las Óperas de Roma y París, Covent Garden en Londres y el Metropolitan Opera House de Nueva York. Un espacio de Bárbara Espejo.
Pero la mujer era ambiciosa y, a penas descubrió la bella voz de la menor de las muchachas, comenzó a presentarla en cada concurso que encontraba para conseguir algo de dinero. Además, en esa época, era una convicción que mientras más robustos, mejor cantaban, así que a la ya rechoncha niña, la llenaron de dulces y grasas que alimentarían las redondeces que amargarían a la cantante el resto de la vida. Un espacio de Bárbara Espejo.
Coleccionó incansablemente todo lo que tenía que ver con él y su trabajo, desde tableros de ajedrez hasta hachas de utilería de El Resplandor, los anteojos de contacto coloreados de 2001 odisea en el espacio y los brocatos de Barry Lindon. Guardaba las cintas, los borradores de los guiones, los contratos y las cartas.
Dicen que fue el ajedrez el que convirtió la cabeza de Stanley Kubrick en una estructura inconformista y esmerada que no descansaba hasta replicar en el mundo real lo que había elaborado en su imaginación. Cada fotograma elaborado mentalmente sólo llegaría a la sala de cine si conseguía filmar uno idéntico.
