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El día después de Piñera por Cony Stipicic

14 de diciembre del 2017/SANTIAGO Sebastian Piñera durante el cierre de Campaña de realizado en el Teatro Caupolican FOTO:MARIO DAVILA/AGENCIAUNO

Piñera tiene ante sí la posibilidad de “descremar” de forma definitiva a la derecha de los acervos pinochetistas, los dogmas libremercadistas y las rigideces valóricas, para abrir espacio a una gran coalición que acoja a los huérfanos del centro liberal, incluso a los progresistas que habitan ahí.

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17 Diciembre, 2017

Sebastián Piñera tiene una gran oportunidad. Mayor a la que –para muchos- desaprovechó en su primer gobierno. Y por eso es casi ineludible.

Él mismo ha apelado a la figura de Patricio Aylwin y al concepto de la Segunda Transición. Habla de consensos y de un salto al desarrollo. Bien ambas cosas. Pero eso le impone un desafío: generar las condiciones para una nueva gran Concertación.

¿Qué lo favorece? Lo arrinconadas que quedarán las posiciones más “extremas” y lo debilitada de la “vieja” Concertación, herida de muerte por el resultado del gobierno de Michelle Bachelet y una de la Nueva Mayoría que duró lo que su mandato.

Piñera tiene ante sí la posibilidad de “descremar” de forma definitiva a la derecha de los acervos pinochetistas, los dogmas libremercadistas y las rigideces valóricas, para abrir espacio a una gran coalición que acoja a los huérfanos del centro liberal, incluso a los progresistas que habitan ahí.

El lunes, el candidato muy probablemente podrá ver que muchos de los que hubieran preferido un Ricardo Lagos se inclinaron por él. A ellos y los que testimonialmente marcaron por Carolina Goic, Piñera debe demostrarles que haber votado por él no fue hacerlo por la derecha de los noventa; que el buen gobierno, los acuerdos y la construcción de una ruta de largo plazo es posible aunando esfuerzos, ideas y personas. Convocando, sin camisetas ni ansiedades.

Quedarán tantos caídos en el camino, que será el momento de recoger y acoger.

¿Y la UDI? Encontrará aliados en el gremialismo. Así como la DC, el partido que fundó Jaime Guzmán puede terminar dividido porque está claro que sus dos culturas internas no podrán coexistir por mucho tiempo más. Y lo que no puede hacer Piñera es pensar que eso es su responsabilidad. Su liderazgo debe darle cuerda a quienes, como Jaime Bellolio o Ernesto Silva, creen firmemente que llegó la hora de renovar caras, discursos y formas de hacer política.

No será automático. Porque la instalación de su gobierno no resistirá el “pataleo” de la presidenta de la UDI desde el minuto uno. Pero sí es urgente que parta dando señales de inmediato. Una relevante, aunque ruidosa, podría ser convocar a alguien como Andrés Velasco o Mariana Aylwin a su gabinete. Difícil. Le dirían que no, pero es casi seguro que presidente recién electo lo ha pensado.

Otra, aunque menos visible desde el comienzo, será a quién marque Piñera como su sucesor para los próximos cuatro años. Ya hay algunos nombres dando vueltas, sobre todo después de ciertos resultados en las parlamentarias.

Piñera tiene la oportunidad de pasar a la historia. Y no sólo por los errores del resto, sino por los aciertos a los que está obligado, si lo que busca es más que sólo administrar un período.

 

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