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El fin de la era de Cristina Fernández

El ascenso del kirchnerismo y el país que dejan.

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23 Noviembre, 2015

El próximo 10 de diciembre Cristina Fernández por primera vez en 26 años dejará de ocupar un cargo público.

Sus cercanos prevén que en lo inmediato se tomará un descanso, se dedicará a sus nietos y a sus dos hijos. Pero un animal político como ella es difícil que se retire a sus cuarteles.

Convertida en líder de la oposición tendría una trinchera desde la cual, además de defender su legado y mantener vivo el kirchnerismo, podría intentar volver a la Casa Rosada en 2019.

“Haré lo que hice siempre, militar”, dijo cuando fue a votar para la primera vuelta en octubre.

Las condiciones actuales favorecen la aspiración de Cristina. Por ahora, no hay otro militante del kirchnerismo para liderar la oposición a Mauricio Macri, incluido el derrotado Daniel Scioli.

Ella, en cambio, a pesar de los vaivenes y las crisis que ha debido enfrentar durante dos períodos presidenciales (desde 2007), se va con una popularidad cercana al 50%, lo que la convierte en el Presidente que dejará el puesto con el mayor puntaje de aprobación desde que se instauró la democracia en el país.

Cristina, tanto como su hijo Máximo, enfrenta acusaciones de lavado de dinero por Hotesur S.A., el hotel que los Kirchner poseen en la Patagonia. Y existen también otras denuncias de corrupción que podrían entorpecer sus aspiraciones de liderazgo.

 

La era de Cristina

La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, marcó con su estilo, su propio “relato” de la realidad en casi una década de gobierno. Aunque abandona la Casa Rosada sigue influyendo en la política argentina, ya que el Congreso aún cuenta con una mayoría kirchnerista.

Cristina Fernández comenzó su carrera política en 1989 como diputada provincial de Santa Cruz. Conoció a Néstor Kirchner durante su militancia peronista, en 1974, y se casaron en 1975. Llegó a la presidencia argentina en diciembre de 2007, y fue reelecta en 2011. La muerte de Néstor Kirchner, el 27 de octubre de 2010, fue un duro golpe para ella y para sus hijos, Florencia y Máximo.

La presidenta argentina acostumbraba a hablar por cadena nacional, algo aplaudido por sus seguidores y denostado por la oposición. Al dirigirse al público, su estilo siempre fue personal y, para muchos, carismático.

Argentina ostenta uno de las peores situaciones económicas de la región, con una alta inflación, deuda fiscal, falta de divisas, proteccionismo y recesión. Los precios de los principales productos que exporta han caído en el mercado mundial entre el 20 y el 35 por ciento. Por esto, el nuevo presidente se verá obligado a recortar en programas sociales y subvenciones.

Pero en los barrios pobres periféricos de Buenos Aires, la lucha contra la corrupción no importa tanto como la pura supervivencia diaria. Es ahí donde la presidenta es celebrada como bienhechora, gracias a sus programas sociales. El gasto social del país ha crecido entre 1990 y 2010 del 18.5 hasta casi el 20 por ciento del Producto Interior Bruto.

Su relación con el Papa es otro ejemplo de sus estratégicas habilidades. Convirtió a Jorge Mario Bergoglio, de arzobispo enemigo de Buenos Aires, a santo de Roma. Su indignación por las críticas de Bergoglio al matrimonio homosexual pareció quedar atrás. Tras su elección como Papa, Fernández de Kirchner se convirtió en su más profunda admiradora.

Sobre la elección, los analistas políticos señalan que en las últimas semanas ha abandonado al canndidato oficialista. Esto porque, a pesar, de que se espera que un mandatario no emita opiniones, es una actitud que se ve extraña en la presidenta que ha ejercido un personalismo extremo.

Un silencio que revirtió este domingo luego de asistir a votar. Cristina Fernández olvidó una de las normas básicas, rompiendo la veda electoral y provocando que el fiscal electoral Jorfe di Lello, recibiera 30 denuncias telefónicas en contra de la mandataria.

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