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¿Quién fue Robert Oppenheimer?: La historia del arrepentido padre de la bomba atómica que llega al cine

A pesar de su ambición por crear la bomba atómica el científico convivió con la culpa de su invento llegando a asegurar que “Me he convertido en la Muerte”.

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19 Julio, 2023

Cada vez falta menos para el estreno de Oppenheimer, la última película de Christopher Nolan que cuenta la historia del creador de la bomba atómica.

Este filme está inspirado en está basada en el libro Prometeo Americano de Kai Bird y Martin J. Sherwin el cual estamos sorteando en Duna.cl. Por eso te contamos la historia de el hombre que cambió la historia de la humanidad para siempre

 

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Sus inicios

Robert Oppenheimer fue hijo de inmigrantes judíos alemanes dueños de una empresa textil. Nació en Nueva York en 1904 y desde pequeño gozó de una buena economía, vivía en un departamendo en el Upper West Side donde tenía tres sirvientas y un chofer.

A pesar de su origen acomodado, amigos y compañeros lo recuerdan como alguien frágil y tímido. “Se sonrojaba con extraordinaria facilidad”, recordó Jane Didisheim quien fue su compañera en el colegio

Otra característica de Oppenheimer fue su gran inteligencia y permanente búsqueda de nuevos conocimientos. “Muy rápidamente todos admitieron que él era diferente a todos los demás y superior”, comentó Didisheim

Su increíble inteligencia lo llevó a ser invitado a exponer ante el Club Mineralógico de Nueva York tras ser confundido con un adulto debido a sus expediciones en el Central Park. Sin embargo, esto lo llevó a ser solitario

“Por lo general, estaba preocupado por lo que estaba haciendo o pensando”, comentó un amigo, mientras que un primo confesó que “a menudo se burlaban de él y lo ridiculizaban por no ser como los demás”.

Esta situación llevó a Robert a alejarse de las personas y generar un carácter bastante particular. Incluso los autores del libro biográfico de Oppenheimer definieron a su personalidad como un “enigma”, mientras que amigos comentaron que era “un manipulador de la imaginación de primera clase”.

“Recompensé la confianza de mis padres en mí desarrollando un ego desagradable, que estoy seguro debe haber ofendido tanto a los niños como a los adultos que tuvieron la mala suerte de entrar en contacto conmigo”, confesó él mismo, después.

Época universitaria

Debido a su gran inteligencia pudo ingresar a la Universidad de Harvard para estudiar química y luego realizó su posgrado en Cambridge, Inglaterra, lugar donde no lo pasó muy bien, debido a conflictos con un profesor.

“El trabajo de laboratorio es terriblemente aburrido y soy tan malo que es imposible sentir que estoy aprendiendo algo”, escribió en una carta de 1925.

Este conflicto llegó un punto en que ese mismo año según publica la BBC, dejó una manzana envenenada sobre la mesa de su profesor esperando que se la comiera. Finalmente esto no pasó, pero solo pudo seguir en la universidad si es que recibía tratamiento de un psiquiatra.

Si bien, en un inicio fue diagnosticado con psicosis, el profesional de la salud mental luego se retractó.

Una carta que escribió en 1923 y fue publicada en el libro Robert Oppenheimer: Letters and Recollections ya daba luces de sus problemas con la salud mental.

“Trabajo y escribo innumerables tesis, notas, poemas, historias y basura (…) produzco olores desagradables en tres laboratorios diferentes (…) sirvo té y hablo con erudición a algunas almas perdidas, me voy el fin de semana para destilar energía de bajo grado en risas y agotamiento, leo griego, cometo errores, busco cartas en mi escritorio y deseo estar muerto”, escribió.

Llegada a la física

Oppenheimer se introdujo en la física en 1926, cuando conoció al director del Instituto de Física Teórica de la Universidad de Göttingen, en Alemania, quien lo invitó a estudiar en aquel lugar debido a su gran inteligencia,

Tras lograr un doctorado y un postdoctoral, llegó a ser director del Laboratorio Nacional de Los Álamos, lugar en donde se construyó la bomba atómica.

Tras sus estudios en Europa regresó a Estados Unidos, donde impartió clases y realizó experimentos en Harvard y la Universidad de California en Berkeley.

En su etapa como académico sus alumnos comentaron que “Realmente influyó en sus vidas” y que incluso muchos de ellos “copiaron sus gestos, sus manierismos, sus entonaciones.

Einstein y la bomba

En 1939 Albert Einstein alertó mediante una al gobierno de Estados Unidos sobre la amenaza nuclear la cual al inicio no recibió importancia por parte del Gobierno, pero finalmente comenzaron su investigación.

Oppenheimer fue uno de los principales científicos convocados para iniciar este proceso que se comenzó a investigar en 1942.

Según el libro Prometeo Americano Oppenheimer demostraba gran interés en participar de la construcción de la bomba, lo que para Einstein podría llegar a ser negativo. “El problema con Oppenheimer es que ama lo que no lo ama: al gobierno de Estados Unidos”, afirmó el científico.

Su forma de trabajar llamó la atención de todos, ya que como se relata en la autobiografía del físico Otto Frisch, What a Little I Remember, Oppenheimer no solo contrató a científicos para que lo ayudaran en la construcción del arma, sino que también incluyó a “un pintor, un filósofo y algunos otros personajes inverosímiles; sintió que una comunidad civilizada sería incompleta sin ellos”.

Resultados de la bomba

Luego de meses de trabajo la bomba estaba lista. Fue el 16 de julio de 1945, en el desierto Jornada del Muerto, en Nuevo México donde se realizó la primera prueba de la bomba atómica.

Quedaban pocos minutos para activar la explosión y según lo investigado por los historiadores Kai Bird y Martin J Sherwin el científico estaba en un búnker a 10 kilómetros de donde se lanzaría la bomba. “se puso más tenso a medida que transcurrían los últimos segundos, apenas respiraba”, relató un testigo.

El proceso de construcción de la bomba significó una serie de consecuencias físicas para el científico. Se ha comprobado que Oppenheimer fumaba muchísimos cigarros al día, dormía muy poco y que llegó a pesar 53 kilos a pesar de su altura de 1.78 metros.

Finalmente la bomba se activó y explotó. La onda de choque fue tan grande que llegó a unos 160 kilómetros de distancia. La bomba Trinitym, como se le llamó, fue un éxito. Esa misma sería lanzada en Japón.

Su reacción fue de un gran alivio y alegría.“Nunca olvidaré su forma de caminar, nunca olvidaré la forma en que salió del auto, era como la de alguien que está en la cima”, comentó uno de sus amigos, Isodor Rabi

Con el paso del tiempo su ánimo frente a su invento fue cambiante, “Robert se quedó muy quieto y rumiante durante ese período de dos semanas, porque sabía lo que estaba a punto de suceder”, comentó un amigo.

Además llegó a sentir pena por lo que llegaría a suceder en Japón. “Esa pobre gente, esa pobre gente”, lo escuchó lamentarse un colega

Ya más tarde, en los años 60, confesó que en esos momentos recordó un pasaje del texto religioso hindú Bhagavad Gita: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”.

Sin embargo, no dejó de planear el lanzamiento de la bomba y siguió trabajando concentrado en su elaboración. Incluso, uno de sus trabajadores confesó que cuando Oppenheimer se enteró del exitoso lanzamiento de la bomba en Hiroshima este “agitó su mano sobre su cabeza como un boxeador victorioso”.

Sentimientos después de la guerra

Tras el lanzamiento de las bombas nucleares y el fin de la Segunda Guerra Mundial Oppenheimer evidenció su culpa por su creación, llegando a categorizarla como una “obra del diablo”.

Incluso, en una reunión con el entonces presidente de Estados Unidos, Harry Truman, le dijo: “Siento que tengo sangre en las manos”, a lo que el mandatario le respondió “que la sangre estaba en mis manos y que dejara que yo me preocupara por eso”.

Además, su carrera posterior no estuvo excenta de polémicas, ya que en su cargo como miembro de la Comisión de Energía Atómica, impulso la idea de terminar con las armas nucleares, lo que lo llevó a ser investigado por el gobierno de los Estados Unidos, y le quitaron sus credenciales de seguridad.

Luego de estos episodios pasó sus últimos años trabajando como director del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton en donde colaboró con Albert Einstein.

Tras padecer cáncer de garganta y sufrir tuberculosis, murió el 18 de febrero de 1967 a los 62 años.

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