A casi dos meses de la muerte de José “Pepe” Mujica, Lucía Topolansky, su viuda, exsenadora y exvicepresidenta de Uruguay, intenta llenar el vacío volviendo a la política activa y cumpliendo con los últimos encargos que dejó el expresidente antes de partir.
Durante una entrevista con El País, desde la casa que compartieron y en el mismo cuarto donde Mujica pasó sus últimos días, Topolansky recordó la infinidad de charlas con Mujica, que cuenta, podían durar horas y siempre giraban en torno a la política y a la vida.
Asimismo, recordó: “Pepe siempre decía: ‘Primero fue el verbo’. Para él, la palabra era importantísima. Tenía el don de la comunicación”, dice. Y aunque asegura que él escuchaba sus opiniones, confiesa entre lágrimas: “Ahora me quedé sin interlocutor”.
El duelo día a día
En primera instancia, la exsenadora enfatizó en que desde la muerte de Mujica todas las horas han sido difíciles. “Trato de no tener huecos, porque evidentemente es un cambio muy grande. Entonces me organizo el día. Soy de madrugar, atiendo a mis gallinas, tengo una cantidad de tareas. Trabajo mucho en la computadora, porque estuve 22 años en el Parlamento y como tengo una cantidad de compañeros nuevos los apoyo desde acá. Me mandan preguntas”, explicó.
El día que se conocieron y la militancia
En la entrevista, Topolansky recuerda que se conocieron en la clandestinidad, cuando Mujica acudió a buscar un documento falso al lugar donde ella trabajaba.
“La nuestra era una organización clandestina y yo trabajaba en un servicio de fabricación de documentos. Y lo conocí ahí, un día que fue por un documento. Estábamos en lugares diferentes y en un momento dado tuvimos que militar en el mismo lado y empezamos nuestra la relación”, dijo.
Fueron detenidos durante la dictadura, se reencontraron tras recuperar la libertad y retomaron su vínculo sin muchas palabras.
Al preguntarle ¿Qué fue lo primero que hizo cuando recuperó la libertad? Topolansky respondió: “Ir a encontrarme con Pepe. La policía me dejó en la puerta de la casa de mi madre, saludé a toda mi familia, estuve un rato y después un compañero me alcanzó hasta la casa de Pepe y ahí nos encontramos. No nos planteamos ninguna voltereta. Entendimos que teníamos que seguir juntos y militando, no intelectualizamos nada, fue casi que sin palabras”.
La lista de tareas
Antes de morir, Mujica dejó una lista de tareas para la chacra que compartían.
Una de ellas ya se cumplió. “Había que agrandar el gallinero, por ejemplo, y fue lo primero que hicimos. Ya le cumplimos. Desde que Pepe se enfermó tuvimos un poco más de un año para planificar”, dijo Lucía Topolansky.
Según cuenta, desde que Pepe se enfermó tuvieron más de un año para planificar ese cierre.
Bajo la secuoya que plantaron juntos y donde solían tomar mate en verano, Topolansky esparció sus cenizas. “Siempre tuvimos la idea de que cuando nos fuéramos, nos quemaran para volver a la tierra. Y lo cumplimos, porque él amaba la tierra”, señaló.
El último adiós
Asimismo, recordó el día del funeral y aseguró que la cantidad de gente que asistió era algo esperado. “Siempre supimos que habría mucha gente. Con él mismo lo hablamos en los últimos días, que el velorio iba a ser grande, pero a mí me desbordó. Vino todo el arco político, de clases sociales, la gente más humilde y los empresarios. Hubo gente grande, chicos, viejos. Uno decía, “pah, pero esto…”.
La exvicepresidenta destacó la vocación integradora de Mujica y su obsesión por dejar un mensaje claro a los jóvenes: “Sigan peleando, tengan una causa”.
“Ese fue su último acto de militancia”, afirmó.
Actualmente, trabaja junto a compañeros y colaboradores en la recopilación de manuscritos, grabaciones y objetos personales que pertenecieron a Mujica. Pero dejó claro que no quiere que su casa se convierta en museo.
“No, en la sede del partido. Acá no quiero ni un museo ni un cementerio, porque uno tiene que vivir acá. Vamos a llevar el Fusca y su bicicleta. Después con eso haríamos un espacio permanente. Tenemos muchas cosas, la funeraria nos dio 57 libros de firmas“, concluyó.