Descubrimiento del bosón de Higgs
Hay días que se escriben con ecuaciones. Jornadas que no hacen ruido en las calles ni lanzan fuegos artificiales, pero que estremecen los cimientos del cosmos. Un 4 de julio de 2012, cuando algunos celebraban independencias, en la Organización Europea para la Investigación Nuclear, conocida como CERN, escuchaban el latido del universo. Aquel día, el verano europeo despertaba en un rincón de Ginebra, mientras en las entrañas de la Tierra, el Gran Colisionador de Hadrones, de 27 kilómetros, giraba con precisión milimétrica, como un anillo encantado que invocaba lo invisible.
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