Su mezcla de pop y soul de bajas pulsaciones terminaría conquistando el mercado norteamericano e inglés de mediados de los ochenta. De paso, la música de Sade influiría a toda una nuevageneración de rhythm and blues liderada por D’Angelo, Alicia Keys y Maxwell.
Tras despedir a cuatro productores y gastar un presupuesto millonario en el estudio de grabación, lanzaron The seeds of love, el último álbum de la época dorada de Tears for fears y uno de los grandes trabajos que dejó la música pop en la década del 80.
El cuarto disco de la banda de Concepción, se transformó en una exploración de estilos y formas que llevó a la banda a lo más alto de su trayectoria, aunque también marcó el inicio de una nueva etapa llena de quiebres y fricciones.
El trío entregó un disco de 10 canciones que abordaban la realidad social y cultural de Chile, con una agudeza que no se encontraba en la modesta escena musical de principios de la década.
En medio de una depresión, Robert Smith comenzó a crear un grupo de canciones que marcaría el fin de una década prodigiosa para la banda.
Su segundo álbum pondría a prueba la supervivencia de la banda y demostraría, en los hechos, por qué Brett Anderson y Bernard Butler eran calificados como los Morrissey y Johnny Marr de los noventa.
Con 44 años, la reina del rock and roll se impuso en la compleja escena de los ochenta con un puñado de éxitos que la llevarían al primer lugar de los rankings.
Con las guitarras inspiradas de Johnny Marr y las letras crípticas de Morrissey, se transformó en uno de los debuts más sólidos de un grupo que apenas sobrevivió cinco años en escena, pero que dejó un legado que sigue resonando después de cuatro décadas.
Entre 1971 y 1974, Eric Clapton estuvo a punto de acabar para siempre con su carrera musical. El guitarrista británico, ungido como un dios a fines de los 60, había sucumbido a la heroína.
Ese álbum, además de ungirlos como puntas de lanza del movimiento trip-hop, les permitió triunfar en ambas orillas del Atlántico.
