La depresión estacional sí existe: ¿cómo tratarla?

Con la llegada del invierno, aumentan los casos de trastorno afectivo estacional, una forma de depresión que responde a los cambios de luz y temperatura. Aunque tiende a desaparecer con el cambio de estación, puede tener un fuerte impacto en la vida diaria y requiere tratamiento adecuado.

Los días más fríos, cortos y oscuros ya se instalaron en gran parte del hemisferio sur, y con ellos llega un fenómeno muchas veces subestimado: la depresión estacional. Este trastorno afecta a miles de personas cada año y, aunque suele mejorar con la llegada de la primavera, “no significa que no haya que tratar estas depresiones”, advierte el doctor Álvaro Wolfenson, médico psiquiatra y profesor asistente del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Oriente de la Universidad de Chile.

Un caso desde Finlandia

El World Happiness Report 2024 posicionó a Finlandia como el país más feliz del mundo. Sin embargo, ni siquiera los altos índices de bienestar protegen completamente a sus habitantes del impacto de los inviernos largos y oscuros.

“Recién este año asumí que sufro de depresión estacional”, cuenta Jaime Cáceres, un chileno que vive hace seis años en Helsinki. Con humor explica: “Acá los veranos son tan, pero tan cortos, que el año pasado duró sólo un miércoles”. Y aunque dice que “el problema no es el frío, el problema es la falta de luz”, su experiencia refleja un fenómeno clínico con nombre y características específicas.

¿Qué es la depresión estacional?

“La depresión estacional en realidad se llama trastorno afectivo estacional, y se diferencia del trastorno depresivo mayor porque sigue un patrón que depende de las estaciones”, explica la psicóloga María Pilar Palacios, directora de la Clínica de Atención Psicológica de la Universidad Andrés Bello.

La reducción de luz solar afecta la producción de melatonina y serotonina, alterando el estado de ánimo y los ritmos biológicos. Esto se manifiesta en síntomas como “baja de ánimo, fatiga, anhedonia, desesperanza, alteración del apetito y del sueño”, detalla el doctor Wolfenson.

Pero no se trata de un episodio único. “Esto es recurrente en la historia de la persona (…). En determinada época del año su ánimo tiende a bajar”, señala el psiquiatra.

La prevalencia del trastorno varía según el lugar. “Puede ir entre el 1 al 10% de la población y es más frecuente en regiones de inviernos más oscuros y más largos”, precisa Wolfenson. Palacios coincide: “En Finlandia, por ejemplo (…), el trastorno depresivo estacional es más prevalente en comparación con países de latitudes más bajas”.

Tratamientos validados

Aunque muchas personas experimentan una mejora espontánea con la llegada de la primavera, es importante intervenir. “El impacto que tiene en la calidad de vida (…) puede ser grande. Y también puede incluso haber un riesgo suicida”, señala Wolfenson.

Las opciones incluyen psicoterapia, actividad física regular y luminoterapia, una técnica con respaldo científico. “Existen en la actualidad unas lámparas con una cantidad de lúmenes específica. Lo óptimo es 10.000 lux (…), y una longitud de onda de alrededor de 509 nM (luz blanca)”, explica el psiquiatra.

“Estas cajas de luz se usan una hora al día, pero solo por la mañana, máximo hasta las 14 horas”, comenta Jaime Cáceres, quien ha optado también por caminatas diarias y la suplementación con vitamina D.

“La vitamina D se absorbe mediante la luz solar, entonces (…) se recomienda la suplementación (…) para combatir la deficiencia de vitamina D que se asocia con síntomas depresivos”, indica Palacios. “La ingesta de vitamina D disminuye incluso también la severidad de los síntomas del trastorno afectivo estacional”, añade.

No obstante, el uso de suplementos debe ser controlado. “Los suplementos de vitamina D no son recomendados para todos (…). Si uno toma vitamina D y no tiene deficiencia, puede aumentar, por ejemplo, el riesgo de cálculos renales (…). Eso debería verse caso a caso”, advierte Wolfenson.

¿Y los suicidios?

Pese a la asociación popular entre invierno y suicidio, los datos muestran una realidad más compleja. “En nuestro país las tasas de suicidio aumentan bastante en primavera (…) Muchos estudios muestran peaks en primavera y en verano”, dice Palacios.

Una de las hipótesis es que “las personas que han soportado una depresión durante el invierno pueden sentirse abrumados cuando no experimentan una mejoría en la primavera”.

El psiquiatra Wolfenson añade que “hay aspectos de personalidad, vulnerabilidad y traumas que pueden influir en el riesgo suicida”, y que fechas emocionalmente cargadas como Navidad o Año Nuevo también pueden ser detonantes.

Aunque el trastorno afectivo estacional tiene un componente estacional evidente, su tratamiento y seguimiento deben tomarse con la misma seriedad que cualquier otra forma de depresión. Y, como advierten los expertos, siempre debe abordarse con el acompañamiento de profesionales.