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Se viene la revolución: Cony Stipicic se adelanta a una realidad que ya estamos viviendo sin ser conscientes de las consecuencias

La Inteligencia Artificial llegó para quedarse, y como ella dice: “Qué gusto nos habría dado si el párrafo que se coló en el programa de Alejandro Guillier hubiera hablado de la necesaria reconversión que debemos iniciar”.

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17 Junio, 2017

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Sin el tedio de la larga fila, la boleta eterna que nunca miras o eso que justo no tenía código y que te obliga a correr de vuelta al pasillo a reemplazarlo. Algunos dirán que será una experiencia etérea, sin espacio a la socialización, impersonal, demasiado rápida, cara tal vez. Pero lo que sería bueno escuchar es un análisis del impacto que tiene y tendrá la noticia de que Amazon haya comprado la cadena Whole Foods.

Hace unos meses, la compañía que dirige Jeff Bezos sorprendió con la noticia de la creación de un supermercado futurista, sin cajeros, sino clientes que se identificarán al entrar al local con una app en sus celulares y un código QR, tomarán unos canastos inteligentes que irán registrando todo lo que eligen y que luego se van con su compra, la que queda cobrada automáticamente en su cuenta on line.

Dos mil de esos espacios pretende Amazon, y se acaba de hacer con 460 supermercados repartidos entre Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Pagó 13.700 millones de dólares para entrar al negocio de la comida, que en EEUU mueve 700.000 y 800.000 millones anuales. Y lo hace de la mano del lugar más “ondero” y afín a su estilo posible.

Uno se imagina al propio Bezos haciendo su compra en ese ambiente lleno de productos y colores orgánicos, donde el cliente de clase media alta, urbano, gasta su plata en un jugo exprimido en frío de pepino, espinaca y manzana, y va llenando su cajita de cartón reciclable con todo tipo de manjares sanos para, por ejemplo, cruzar a comer al Central Park.

Nadie va a hacer una compra de supermercado a Whole Foods. Si no a vivir una experiencia que difícilmente cuesta menos de 100 dólares.

87 mil personas trabajan en la cadena. Demás está preguntarse cuántos de ellos saben que en algún momento recibirán un sobre azul, porque el cambio tecnológico de la llegada del nuevo dueño los volverá innecesarios.

Por eso y más es que la noticia -aplaudida a rabiar por los seguidores de Amazon y el mercado- es un tremendo reflejo de la profundidad de los cambios que estamos viviendo, y de los cuales no somos totalmente conscientes.

La industria de los supermercados fue una revolución en sí misma cuando surgió en los años treinta. Se acabaron las compras de carne por acá, de verduras por allá y de perecibles acullá. Todo estaba reunido en un solo lugar, perfectamente ordenado y a precios razonables. Años se pasaron los dueños de supermercados sabiéndose imbatibles. Hasta ahora. La noticia de Amazon es el inicio de otra revolución en la era de los negocios.
Y las revoluciones traen consigo cambios sociales profundos. Pasó con la Industrial y el pánico de millones por ser sustituidos por una máquina. Está pasando ahora, con otros millones aterrados al ver cómo la Inteligencia Artificial amenaza sus vidas, no sólo sus puestos de trabajo sino también sus hábitos y rutinas.

Esa amenaza no es nueva. Ya en los 60 los computadores pusieron a la vuelta de la esquina la automatización generalizada de puestos de trabajo calificados. ¿Y qué pasó? La tecnología finalmente demostró que podía terminar creando más empleos de los que destruía.

Un especial de The Economist sobre IA decía que si bien la pérdida de empleos en el corto plazo es posible, ésta termina siendo compensada por la creación de nuevos puestos de trabajo en el largo plazo. Pero la experiencia muestra que la transición puede ser traumática, como ocurrió en el siglo 19. Pasaron décadas para que se elevaran los niveles de vida gracias al incremento de los salarios. Hubo disturbios en toda Europa con el cambio de la población desde las granjas a las fábricas urbanas y los gobiernos se demoraron un siglo en responder con nuevos sistemas educativos y de bienestar.

Este proceso no puede tomarnos un siglo. Está claro. Hay elementos de sobra para entender que la revolución a la que nos enfrentamos comenzó hace rato. Los viejos asustados que votaron por el Brexit o por Trump y su make America great again lo saben.

¿Lo saben nuestros políticos?

Qué gusto nos habría dado si el párrafo que se coló en el programa de Alejandro Guillier hubiera hablado de la necesaria reconversión que debemos iniciar, de la urgencia por capacitación permanente, por enfoques nuevos en educación y el diseño de estructuras públicas y privadas flexibles, capaces de adaptarse a un mundo en constante movimiento.
Está pasando, pero no lo estamos viendo.

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