José Ignacio Salazar por Ley Monsanto: “El grado de desinformación es abismal”
A fines de enero en Paine se elige la sandía más grande. El evento en época estival se ha convertido en una tradición y cada año son cientos los turistas que llegan a la zona entusiasmados por degustar al menos una tajada de la jugosa fruta. Lo que pocos saben es que esa sandía es… View Article
A fines de enero en Paine se elige la sandía más grande. El evento en época estival se ha convertido en una tradición y cada año son cientos los turistas que llegan a la zona entusiasmados por degustar al menos una tajada de la jugosa fruta. Lo que pocos saben es que esa sandía es producto de un largo y costoso proceso, que comenzó mucho antes que el agricultor la sembrara, y detrás está Monsanto.
Santa Amelia. Ese es el nombre de la semilla que se convirtió en un éxito y surge como un híbrido. En Chile la compañía vende semillas de hortalizas, vía Seminis obteniendo ingresos cercanos a los US$13 millones con una participación de mercado que ronda el 37%. Además de esta área, la empresa elabora semillas transgénicas de maíz, canola y otras hortalizas, pero que son comercializadas en otro país.
Pese a ello, Chile sigue en una contradicción. Si bien está prohibida la venta de estas semillas, nos alimentamos de animales que a su vez lo hicieron con productos transgénicos.
En Chile existe una paradoja. Si bien se puede sembrar semillas transgénicas no se pueden comer esos productos. Sin embargo, comemos animales que han sido alimentados con granos transgénicos. ¿Por qué ocurre esta contradicción?
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