El cerebro y el cuerpo, como les dijeron, se conocieron en 1951 en una fiesta a la que la Monroe iría con Elia Kazan, que se entusiasmó con otra y, para no dejarla plantada, le pidió al galán inteligente de Miller que la llevara al baile.
Dos celebridades, que se conocieron en 1952, cuando el héroe deportivo quedó prendado de la rubia al verla en una fotografía. Organizó una cita a ciegas en un restaurante.
Ambos eran de color. Él, un hombre profundamente religioso y figura simbólica, nacional e internacional, de la revolución protagonizada por los negros del sur de Estados Unidos. Ella, una prometedora cantante lírica que había logrado superar la mayoría de las barreras que imponía una sociedad de blancos.
Fue amiga de Borges, Neruda y Gabriela Mistral, escritora chilena insigne que pasó sin pena ni gloria ni premio nacional, pero se ha convertido en una figura brillante de la literatura chilena y oscura de la historia policial de nuestro país.
Mujeres por la vida de Mick Jagger han pasado muchas, pero la primera que logró llevar al excéntrico Rolling Stone al altar fue Bianca Pérez Morena de Macías, modelo y actriz de la aristocracia nicaragüense.
Que fueron los Hamlet y Ophelia para la loca Inglaterra de los años 60. Que la relación destructiva de Kate Moss y Pete Doherty es copia del romance tortuoso, oscuro y popular entre Mick Jagger y Marianne Faithfull, suelen comparar odiosamente.
Eran niños, tenían 15 ella, 16 él, se casarían y gobernarían como los jovencitos mimados que eran. Antonia, como la llamaba su madre, dejó la calidez y austeridad de su corte original para instalarse en Versalles, con su protocolo estricto, el silencio fantasmagórico y las intrigas de una comitiva que no la recibiría con cariño.
Las mujeres recién habían sido admitidas en la universidad de Cambridge cuando desde Estados Unidos llega una rubia, alta, guapa y brillante, era Sylvia Plath. Había leído los poemas de Ted Hughes en la revista estudiantil, que además dirigía, cuando se encontraron en un baile.
Imelda Romuáldez venía de una aristocrática familia de origen japonés- español radicada en Filipinas y había conseguido el título de belleza Miss Manila cuatro años antes de conocer a Ferdinand Marcos. El flechazo fue bombástico. Marcos quedó aturdido con la hermosura de la ex miss y con su personalidad imperiosa y también, haciendo caso de su astucia política, quiso unirse a esta mujer que lo acercaría a los votos del sur de Filipinas
Si Alejandro Magno era homosexual, bisexual (porque tuvo 3 mujeres y fue padre de, al menos, dos niños) o incluso transformista (porque durante algunas fiestas vestía el traje plateado de Atenea) es ya irrelevante. Lo que es casi innegable es que el gran amor del conquistador fue Hefestión, comandante de caballería.
