Enrique enfureció de decepción cuando llegó su nueva mujer: La yegua de Flandes, le decía en privado. Se casaron igual en 1540, al poco tiempo decidió terminar el matrimonio por razones sentimentales y también políticas.
Enrique quería un niño y estuvo seguro, o quiso creer, que quien le daría su heredero sería, de pronto, Ana Bolena. Había llegado de Francia en un relámpago de buen gusto y encanto, con su pelo y ojos negros y sus gracias en el baile y la conversación.
Fueron rebeldes neoyorkinos caminando por el lado salvaje hasta que cumplieron 60. El líder de The velvet Underground y la alucinante artista experimental y multifacética, se gustaron al tiro, a penas se conocieron en una fiesta en Berlín.
Al Fuhrer lo veían acompañado de ella pero nadie sabía si era su prima, su secretaria o su mujer y él sembró la duda todo lo que pudo. Hilter desaparecía durante semanas. Ella lloraba desconsolada y aprovechaba de fumar y bailar, aficiones de la Braun que Adolph le tenía prohibidas.
Él nunca la vio, pero su generosidad fue la excusa perfecta para que el padre del Cascanueces construyera un nuevo amor platónico. Su protectora le enviaba dinero para que él sólo se preocupara de componer. Él agradecía con una correspondencia copiosa y amable, ella respondía, y se fue erigiendo una relación epistolar que a él le pareció justo tomar como un romance
Les dijeron que se tenían que conocer antes de que empezaran los ensayos y la filmación para El Padrino. Serían Kay Adams y Michael Corleone. Diane recuerda nítidamente su impresión de ese primer encuentro. No hablaron de nada del guión, Al se movía sin parar, hiperkinético, nervioso también, supone ella.
Terminaban los 60, 1968 para ser exactos y un emergente director, menudo, corto de vista y neurótico, buscaba al elenco para su obra Play it again, Sam. Una aspirante a actriz de 23 años auditó ante el personaje que ya la fascinaba por sus apariciones en los sketches del programa de Johnny Carson.
A los 26 años, Pavarotti se casó con Adua Veroni, su primera mujer y madre de sus tres primeras hijas: Lorenza, Cristina y Giuliana. 35 años estuvieron casados, pero el amor entre ellos se esfumó cuando apareció en la vida de Luciano Nicoletta Mantovani.
Fueron la caricatura del amor entre rockeros, aparentemente se quisieron, pero también se ofendieron puertas adentro y afuera.
A menudo el maestro del relato breve y refundador de la novela gótica norteamericano es visto como un hombre afectado y confuso y, en parte lo fue, pero también tuvo sus momentos de luz y felicidad, la mayoría de ellos junto a una niña que sería, también, su mujer.
